Civilizaciones antiguas en el entorno de l’Hospitalet de Llobregat


Los restos funerarios del neolítico que encontramos en nuestro entorno nos remiten a la cultura de los sepulcros de fosa. En l’Hospitalet se han hallado restos de cerámica en la zona fosilífera del Torrente Gornal. Estos iniciales poblados se establecían en los valles de los ríos, en zonas de aluviones donde el arrastre de las torrenteras formaba depósitos de tierras aptas para el cultivo. En las tumbas se colocaban, miles de años antes de nuestra era, vasijas con comida y abalorios o utensilios del difunto para el viaje hacia una posible vida ulterior.

Venus de Gavà, al museu de Gavà, la representación femenina en cerámica más antiga del neolítico en Catalunya,

Los primeros poblados neolíticos serían resultado de diversas mezclas entre tribus de procedencia indoeuropea que llegaron hasta aquí cruzando los Pirineos y los primeros colonos griegos y fenicios que atracaron en nuestras costas y encontraron, en el levante peninsular, a los que denominaron íberos.

Sabemos que los íberos establecían sus poblados en altozanos, desde donde podían defenderse mejor. Solían incinerar a sus muertos utilizando rituales similares a los de los fenicios. Se han encontrado restos en la sierra de Collserola y en poblaciones cercanas al curso medio del Llobregat. Cosetanos y layetanos según fuera el lado, occidental u oriental, del primitivo estuario del río.

Eran pueblos agricultores, ganadores, productores y comerciantes, tenían una escritura basada en 28 signos que aún no se han podido descifrar, ya que desconocemos su lengua y acuñaban una moneda similar al dracma emporitano.

Lletres iberes d’una llosa trobada a Santa Perpètua de la Moguda. Museu Arqueològic de Catalunya (MAC).

En l’Hospitalet se han encontrado pocos restos de estas primeras civilizaciones (todos han sido hallados de forma casual y han precisado contar con el interés y la atención de alguien que los ha podido rescatar), consisten en algunos fragmentos de vasijas y ánforas íberas y romanas hallados entre lo que parecía un vertedero de deshechos en la zona de Santa Eulalia y en la Torrassa[1][2].

Esta conjunción cultural de hallazgos da cuenta de los intercambios que se producirían en esta zona deltaica, que entonces era una bahía donde atracar junto a la desembocadura de un río cuyo valle se podía remontar. Intercambios comerciales, sin duda, pero que propiciaban a su vez el paso de diversas corrientes culturales que se irían haciendo extensivas mediante la relación entre los primeros pobladores y las gentes que por aquí pasaban, portadores de la cultura grecolatina y de sus batallas.

Fueran cual fueran sus tribus y procedencias, acabaron configurando el paisaje agrario a costa de deforestar, arrancar los frutos de la tierra o comerciar con alimentos, minerales o metales, de la misma manera que fueron modelando, con el latín, un lenguaje común.

Los gobernantes de nuestra pequeña y superpoblada ciudad no han mostrado interés por recuperar estos hallazgos que configuran nuestra historia y que se han ido encontrando mediante los trabajos de arar el campo, sacar la arcilla para las tejerías o construir nuevos edificios y vías. Aun así, gracias al empeño de personas concretas en recoger, cuidar y dar a conocer estos restos y a las relaciones que podemos establecer con los hallazgos de poblaciones contiguas a la nuestra, nos vamos haciendo una idea de un pasado local que concreta una historia común aún no suficientemente explicada.

El más importante resto funerario hallado hasta ahora en l’Hospitalet es la cabeza de medusa del s. II, tallada en piedra de Montjuïc (mármol amarillo) que se descubrió a principios de siglo XX en el entorno de la ermita románica de Sta. Eulalia Provenzana.

Museu Arqueològic de Catalunya

La Medusa era uno de los monstruos mitológicos con formas de mujer cuya cabeza cubierta de serpientes tenía el poder de petrificar a quienes la miraban, la mirada de la Medusa era, además, mortal. El mito griego tardío nos cuenta que fue a causa de la venganza de la diosa Atenea por haber sido seducida y poseída por Poseidón en su propio templo, pero Hesíodo, en la remota época axial[3], localiza la Medusa como un mito relacionado con la fertilidad de alguna civilización del Occidente griego, quizás Tartesos[4]. En todo caso es una de aquellas figuras que muestran las fuerzas de la naturaleza que incluyen la vida y la muerte y a la mujer como fuerza capaz de relacionar y de dar o quitar la vida. La potente mirada de la medusa reclama ser mirada, petrifica a quien tiene algo que ocultar y desvía la mirada, pero, a quien la mira de frente, le da el poder de la mirada, ese poder capaz de ver hasta donde se quiera ver.

La Medusa de l’Hospitalet muestra dos alas en medio de su abundante cabellera y tiene dos serpientes que se anudan bajo su mentón. La serpiente, animal de tierra, representa el poder de curar y de matar asociado a la medicina y los animales alados, son representaciones simbólicas de poder, especialmente el de la mujer y su capacidad para relacionar el mundo real con el más allá. En sí la serpiente no es, en su origen, ni buena ni mala, las interpretaciones de “bondad” o “maldad” que sobre estos elementos simbólicos extraídos de la naturaleza se han ido vertiendo – y más si se relacionan con la mujer- son posteriores y responden al dominio misógino.

De las diosas madres a “les marededéu trobades a Catalunya”

Los restos arqueológicos encontrados nos hablan de lo que nos convierte en humanos, saber que morimos y recordar a los muertos, pero los mitos y su simbología no nos remiten a la muerte, hablan de vida, de la fecundidad de la mujer y de la tierra que sigue el paso de las estaciones, de un tiempo que el ser humano aprendió a controlar y cuyo paso aprendió a marcar y a conmemorar, de celebraciones en los que se incluían bailes, adornos y comidas, ritos considerados “paganos” por una iglesia que se haría oficial y dominaría esta parte del mundo, pero que necesitó incorporar y “domesticar” para ganarse a las gentes con sus arraigadas creencias.

En el Camp de Tarragona se han encontrado cernos de terracota, datados entre los siglos IV y II AEC (Antes de la Era Cristiana) que actualmente se hallan en el Museo Arqueológico de Catalunya. Estos cernos o vasos tienen forma de cabeza de mujer coronada en forma de cáliz y una guirnalda con elementos vegetales y frutales en el pelo, por lo que se asocian a ritos relacionados con la fecundidad. Se cree que eran vasos votivos que se tenían en pequeños altares en las casas y en donde se ponían las primicias de las cosechas como ofrendas.

Cerno con forma de Kore hallado al Camp de Tarragona. MAC

Podrían ser ibéricos, como las “damas” encontradas en otras zonas del Mediterráneo. El culto a estas divinidades, protectoras del mundo agrario y de sus cosechas, estaba muy extendido entre los pueblos mediterráneos. En el mundo helénico, los “misterios eleusinos”, fundamentados en el reencuentro de la diosa Deméter y su hija Perséfone o Kore (Proserpina para los romanos), representaban la fertilidad de la mujer y de la tierra y el recuerdo amoroso de los antepasados que se rehacía con el reencuentro del fuerte vínculo entre madre e hija. Entre los cartagineses, con el culto a Tanit o los fenicios con Astarté que también fue una deidad bereber.

Tanit, diosa púnica. Ibiza. MAC

La arqueóloga Marija Gimbutas (Lituania, 1921- EEUU, 1994), considera que estas religiones mistéricas resultaron de las primitivas religiones matriarcales del neolítico. Aunque difícil de demostrar, sí que es reconocido el culto a diosas femeninas relacionadas con la fecundidad y la fertilidad en las civilizaciones antiguas que han sido sometidas al olvido, sino al desprecio, cuando en realidad son símbolos del deseo de vida que todos llevamos, del sentimiento de necesitar y pedir protección, para nosotros, para los nuestros, para los que se fueron.

La interacción de estas prácticas con el naciente cristianismo producirá un sincretismo lleno de deseo de vida, necesidad de protección y miedo, expresado en símbolos, relatos y creencias que, de alguna manera, perduran, aunque transformados. Nuestra identidad se ha ido forjando con estas mezclas.

El primer cristianismo hebreo, que aborrecía los “ídolos” y sus representaciones, se explicó a los griegos con conceptos de su filosofía y fue asimilado por el ecléctico imperio romano, no tuvo más remedio que integrar esas imágenes substituyendo la imagen femenina de la hija, por la de un niño, adaptando una diosa que tenía muchos adeptos entre los agricultores a la nueva religión del Imperio.

Las imágenes de María -proclamada “Madre de Dios” en el S. IV- adaptaron aquellos arraigados cultos a estas diosas-madre, imponiendo el dominio patriarcal mediante la fagocitación y transformación de las creencias populares, ya que, si bien la madre había de ser mujer, nunca más tuvo una hija en sus brazos. Aunque en algunas imágenes nos lo puede recordar.

Joan Amades, y otros autores que argumentan como él, considera que a partir del análisis de las formas que adopta la veneración mariana se puede llegar a los antiguos cultos pre-cristianos. Así explica el origen del culto a “les marededéus trobades a Catalunya”, de las que la de Bellvitge es una:

 “Aquestes imatges marianes, fortament aferrades a l’agre de la terra, en molts casos constitueixen vestigis de cultes naturalistes d’un pregon primitivisme que ni l’acció de la civilització ni la petjada del cristianisme no han assolit del tot”[5] (Amades, 1989: 9).

[1] De la Pinta, Jordi (1991). “La investigació arqueològica en l’Hospitalet de Llobregat”. Butlletí n. 1 del Centre d’Estudis de la Natura del Barcelonès Nord, p. 69-85.

[2] Castillo, Ireneo (2020) “El silo ibérico de la Torrassa, el ignorado socavón de 2500 años de historia”. En: Memento Mori! http://ireneu.blogspot.com/2020/01/silo-iberico-torrassa.html

[3] Buda, Zoroastro, los brahmanes (entre la tradición védica y el hinduismo, profetas bíblicos, Lao-Tsé, Confucio y los filósofos griegos coinciden en la época denominada “axial” por el filósofo Karl Jaspers

[4] Beitia Hernández, Núria; Guerra López, Sònia. (2006). Paraula de Medusa: Museu d’Història de l’Hospitalet.

[5] Amades, J. (1989). Imatges de la Mare de déu trobades a Catalunya. Selecta-Catalònia.

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