Palabra de madre. La marededéu de Bellvitge, significado cultural.

La marededéu de Bellvitge esculpida per Lau Feliu. Parròquia Mare de Déu de Bellvitge

“María (forma helenizada de Maryäm, equivalente al hebreo Miryäm) de cuyo origen nada cierto sabemos, no juega ningún papel en los testimonios primitivos” (Hans Küng Ser cristiano: 582).

Soy una imagen de madre, me llaman Mare de Déu de Bellvitge o Nuestra Señora de Bellvitge, llevo conmigo una historia milenaria que habéis de saber, porque os podéis preguntar ¿para qué una imagen como esta?, ¿por qué le seguimos trayendo flores el 8 de septiembre?, ¿por qué muchos celebran sus acontecimientos especiales a sus pies? Yo os pregunto ¿por qué me seguís poniendo flores o velas, me cantáis y me pedís favor? Soy sólo una imagen.

Ahora tenéis muchas imágenes y todas corren veloces, la mía está quieta, sólo me mueven para arreglarme, ¿puede tener algún valor aún para vosotros mi imagen tallada? Me refiero a los que aún no me conocéis demasiado.

Parròquia Mare de Déu de Bellvitge després de l’ofrena de flors que es fa a l’ermita.

Mi nombre cristiano es María, en el evangelio soy la madre de Jesús. Embarazada de él corrí a visitar a mi prima Isabel, embarazada también, pero mayor que yo. Lucas, el evangelista que lo relata, puso en mi boca, un canto precioso: el Magnificat, en él me hace decir cosas como: “derroca a los poderosos del trono y ensalza a los humildes” o “a los ricos los despide vacíos”, me encanta ese canto, os lo recomiendo.

Ya sabéis que a muchas imágenes que llevan mi nombre, las visten majestuosamente y las sacan en procesiones cargadas de mantos y joyas, no es el caso de la de Bellvitge y me alegro, yo siempre fui una chica de pueblo.

1936. Imatge gran de la mare de Déu de Bellvitge donada per la familia Golferich de les masies de la Marina.

Las imágenes más parecidas a la mía son, como yo misma, alguna de las “marededéus trobades”. Tenemos casi mil años y somos de la época del arte románico, un arte sencillo, como yo. Entonces se utilizaban las imágenes para explicar cosas porque la gente no sabía leer ni escribir.

Como dice Joan Amades, somos incontables. Muchas llevamos nombres de lugares como este de “Bellvitge”: “Nuria”, “Montserrat” …, otras, nombres relacionados con la salud: “Remei”, con la fecundidad: “Llet” o con elementos de la naturaleza, principalmente el agua pero también lugares montañosos o boscosos: “Riera”, “Font”, “Mar”, “Roca” …, nombres que se repiten en pueblos de Cataluña, Valencia, Baleares y Aragón.

El nombre más habitual cuando nací era el de “Mercé”, como el de la patrona de Barcelona, un nombre que proviene del Mediodía francés, en cuya lengua de Oc, significa “si” o “merci”, es decir, expresa consentimiento. Esa lengua de Oc era, para los y las que la compartían, la propia patria, un signo de identidad y de pertenencia que algunos pretendieron aniquilar, y casi lo consiguen, pero la palabra “merci” persistió y sigue entre nosotros.

Las palabras son valerosas no se doblegan fácilmente.

Otras llevamos el nombre de “Roser”, un nombre con mucha tradición, como el rosal que aparece en la leyenda de Sant Jordi, porque en esa época se valoraba mucho la caballerosidad y el honor, es decir, la verdad, luego eso se fue perdiendo en medio de tantas rivalidades y ambiciones.

Imagen antigua de la marededéu de Bellvitge. En lugar del cetro lleva un rosal.

Los festejos en mi honor se fueron acoplando a las muestras de la alegría por la renovación de la vida, porque yo provengo de una historia aún más lejana, de cuando las primitivas civilizaciones veneraban, como aún se sigue haciendo en algunas culturas, a las diosas madres de la fecundidad y la fertilidad.

Estas imágenes, protectoras del mundo agrario y de sus cosechas, estaban muy extendidas entre los pueblos mediterráneos. En el mundo helénico con los “misterios eleusinos” que, fundamentados en el reencuentro de la diosa Deméter y su hija Perséfone[1] representaban la fertilidad de la tierra y el amor entre madre e hija, pero también entre los cartagineses, mediante el culto a Tànit[2], los fenicios, con Astarté o los bereberes y los guanches canarios[3].

Deesa mare. Museu Arqueològic de Catalunya.

Las “diosas madre”, los geniecillos y las ninfas de la naturaleza y del agua, propios de esas civilizaciones, arraigados entre las gentes a las que se cristianizaba con nuevos cultos y creencias, se irían mezclando con las convicciones y formas de vida que traían gentes emigradas del sur de Europa, portadores de cultos cristianos diversos que se iban expresando por medio de imágenes que fueron primero pintadas y luego esculpidas, de unas leyendas en las que suelen intervenir fuerzas vitales de la naturaleza como en los mitos antiguos y de cantos y danzas que se irían plasmando en unos poemas que luego serían los gozos, en la lengua del pueblo, dejando el latín para misas y dogmas.

Gozos en castellano de la calle Espaseria, 1819. Es curiosa la imagen romàntica y noucentista de la virgen.

De las “diosas madre” a las “marededéu” hay sólo un pequeño cambio en el significante y quizás no mucho cambio en el significado, por ello mis imágenes se fueron multiplicando sustituyendo en muchos casos las figuras de los santos. Cada lugar quería su propia marededéu.

Pero no soy una diosa, ya os lo he dicho, fui una chica de pueblo, que se hizo madre de manera algo forzada y prematura, una madre que debió llorar ante un hijo crucificado por los poderosos. No soy una diosa, pero de los que pedían favor y protección provengo. Los hombres me subieron a los altares, podéis bajarme de ellos y bailar conmigo para hacer lo que siempre ha hecho el pueblo llano ante mis imágenes, pedir, agradecer y resistir. Soy como una matrioska rusa, de mi interior se pueden ir sacando las diferentes expresiones que albergo, todas ellas fruto de vuestro deseo, esfuerzo y afecto.

Mi secreto

“Una Iglesia nunca debe basarse en María, la humilde doncella, para buscar su propia gloria” (H. Küng Ser cristiano, 588).

Yo soy cuando formo parte de vuestro deseo más profundo y de vuestro amor por los vuestros, por la tierra, por los oficios con los que nos hemos de ganar la vida, por la vida misma. Soy vida cuando procuráis vida.

No soy cuando me utilizan para luchar, para dominar, para alimentar el egoísmo de unos pocos, entonces soy sólo un humo que se disipa, el humo de vuestros propios malos pensamientos, de vuestros miedos y vacilaciones, de vuestras pocas ganas de verdad. Soy nada, como vuestra nada.

De la madre del profeta Jesús pasé a ser la “madre de Dios”, un título imponente, que hace callar y relega a las madres humanas como algo menor, un nombre con el que me elevan a los altares después de enmudecer a la mujer, como hicieron con Tácita muda[4].

Por eso yo os digo que cuando me encumbran y revisten de joyas y ornamentos me asfixian. Acordaros de mi origen mítico, una madre que llora por su hija raptada y de mi origen cristiano, una chica sencilla con una maternidad sobrevenida, ved en mí a todas las mujeres que sufrieron y sufren injustamente, reconoced que la única pureza es la del amor, un amor que llevó y lleva a muchas mujeres a la perdición. Acordaros de que, si soy, soy en la justicia. Y en la fiesta. Y en el amor.

La marededéu de Bellvitge al camí dels degotalls de Montserrat

Quizás habéis oído que algunos me nombran como “la virgen”, es algo contradictorio, al menos en sentido fisiológico ¿Cómo puede ser virgen alguien que ha sido madre? Antes, todas estas cosas eran tabú y no se podían hablar, hoy en día es más fácil y os lo voy a contar.

Eso de mi virginidad se impuso como un dogma, no nació del primitivo cristianismo, el de un grupo de judíos que afirmaron, como les dijeron unas mujeres que amaban al maestro, que mi hijo crucificado seguía vivo y lo extendieron a los cuatro vientos, fue después, los Padres de la Iglesia lo proclamaron en uno de aquellos primeros concilios, pero ¿qué podían saber ellos, en realidad? Sólo lo que sus creencias y su imaginación les decía. Para ellos, como para muchos entonces y durante muchos siglos, todo lo que tuviera que ver con el sexo era “pecado”. La mujer paría con dolor como fruto del pecado original… pero eso es otra historia.

Yo os digo que el único pecado es dañar, violentar, violar…

Muchos teólogos explican el sentido simbólico de mi virginidad como “integridad”, pero siguen hablando de lo que no saben. Mi hijo nació fruto del amor, del amor que me relata como una joven que se vio embarazada y dijo sí, del amor que le lleva a ocuparse de su prima como de ella misma, ese amor que se canta en el Magníficat, ese amor que hace justicia, una justicia preñada de misericordia. Mi hijo creció con el deseo de un amor más grande, de un amor para todos, de un amor que repara, que no soporta la mentira ni la crueldad contra las mujeres y por eso lo mataron.

No soy virgen, fui madre. Íntegra y honesta sí fui. Amé y fui amada, por eso sé de amor. Podéis miraros en mí, os reflejaré el amor que deseáis y sentís.

1990. Ofrena de flors a l’ermita de Bellvitge.

Podéis mirarme y podéis ver a María, la madre de un galileo crucificado por la alianza entre enemigos poderosos: los del imperio, sí, pero los suyos también; a una madre doliente acogida por los amigos y seguidores de su hijo; podéis ver el signo de una Iglesia poderosa e inmisericorde que se alza para dominar; pero también podéis ver el símbolo de anhelo de vida que otros muchos cantan y cuentan con devoción y cariño y podéis ver, detrás de todo ello, a tantos que sufrieron, podéis oír a civilizaciones que fueron arrasadas pero de las cuales aún nos llega una voz, la de la Pacha-mama, poderosa, ella sí. Os digo que estoy más cerca de ese símbolo que de las imágenes enjoyadas que asfixian el amor a la vida de la que fui portadora.

Podéis ver, debéis elegir.

2003, última restauració de l’ermita de Bellvitge. Ofrena floral.

Maria Àngels García-Carpintero Sánchez-Miguel, L’H, 08-09-2020

A totes les dones que han demanat, cantat i agraït a la marededéu de Bellvitge.


[1] Raptada por Hades y llevada al inframundo, vuelve temporalmente, gracias al favor de Zeus.

[2] En Ibiza persistió su culto hasta la cristianización, en el s. II.

[3] Entre los que se refundó, en 2001, la “Iglesia del Pueblo Guanche”, que venera a la “Diosa madre”.

[4] Según la mitología romana “Tácita”, la ninfa del río antes llamada Lara o Lala por su inclinación a charlar, destapa un secreto, por lo que Júpiter le corta la lengua y manda a Mercurio que la encierre en los infiernos, éste, en el camino, la viola. Según la interpretación común, Lala es castigada, por usar la palabra de manera inadecuada y libre. Los varones, en las sociedades patriarcales son los únicos que pueden ejercer el poder de la palabra. Tras un largo tiempo en el inframundo, convertirán a Tácita en una deidad de las que, enterradas, sostienen el ciclo de la vida. La elevan a los altares considerando que el silencio es tan necesario para el gobierno de la nación como la elocuencia (reservada a los hombres). Cierto es que lo tácito del decir es, a veces, mucho más elocuente que las palabras, pero los altares no compensarán nunca la crueldad y, sin embargo, son un reconocimiento, un espejo donde mirarnos y recordar la voz que clama justicia, una voz que nunca conseguirán acallar, como la de María en el Magnificat.

Civilizaciones antiguas en el entorno de l’Hospitalet de Llobregat

Los restos funerarios del neolítico que encontramos en nuestro entorno nos remiten a la cultura de los sepulcros de fosa. En l’Hospitalet se han hallado restos de cerámica en la zona fosilífera del Torrente Gornal. Estos iniciales poblados se establecían en los valles de los ríos, en zonas de aluviones donde el arrastre de las torrenteras formaba depósitos de tierras aptas para el cultivo. En las tumbas se colocaban, miles de años antes de nuestra era, vasijas con comida y abalorios o utensilios del difunto para el viaje hacia una posible vida ulterior.

Venus de Gavà, al museu de Gavà, la representación femenina en cerámica más antiga del neolítico en Catalunya,

Los primeros poblados neolíticos serían resultado de diversas mezclas entre tribus de procedencia indoeuropea que llegaron hasta aquí cruzando los Pirineos y los primeros colonos griegos y fenicios que atracaron en nuestras costas y encontraron, en el levante peninsular, a los que denominaron íberos.

Sabemos que los íberos establecían sus poblados en altozanos, desde donde podían defenderse mejor. Solían incinerar a sus muertos utilizando rituales similares a los de los fenicios. Se han encontrado restos en la sierra de Collserola y en poblaciones cercanas al curso medio del Llobregat. Cosetanos y layetanos según fuera el lado, occidental u oriental, del primitivo estuario del río.

Eran pueblos agricultores, ganadores, productores y comerciantes, tenían una escritura basada en 28 signos que aún no se han podido descifrar, ya que desconocemos su lengua y acuñaban una moneda similar al dracma emporitano.

Lletres iberes d’una llosa trobada a Santa Perpètua de la Moguda. Museu Arqueològic de Catalunya (MAC).

En l’Hospitalet se han encontrado pocos restos de estas primeras civilizaciones (todos han sido hallados de forma casual y han precisado contar con el interés y la atención de alguien que los ha podido rescatar), consisten en algunos fragmentos de vasijas y ánforas íberas y romanas hallados entre lo que parecía un vertedero de deshechos en la zona de Santa Eulalia y en la Torrassa[1][2].

Esta conjunción cultural de hallazgos da cuenta de los intercambios que se producirían en esta zona deltaica, que entonces era una bahía donde atracar junto a la desembocadura de un río cuyo valle se podía remontar. Intercambios comerciales, sin duda, pero que propiciaban a su vez el paso de diversas corrientes culturales que se irían haciendo extensivas mediante la relación entre los primeros pobladores y las gentes que por aquí pasaban, portadores de la cultura grecolatina y de sus batallas.

Fueran cual fueran sus tribus y procedencias, acabaron configurando el paisaje agrario a costa de deforestar, arrancar los frutos de la tierra o comerciar con alimentos, minerales o metales, de la misma manera que fueron modelando, con el latín, un lenguaje común.

Los gobernantes de nuestra pequeña y superpoblada ciudad no han mostrado interés por recuperar estos hallazgos que configuran nuestra historia y que se han ido encontrando mediante los trabajos de arar el campo, sacar la arcilla para las tejerías o construir nuevos edificios y vías. Aun así, gracias al empeño de personas concretas en recoger, cuidar y dar a conocer estos restos y a las relaciones que podemos establecer con los hallazgos de poblaciones contiguas a la nuestra, nos vamos haciendo una idea de un pasado local que concreta una historia común aún no suficientemente explicada.

El más importante resto funerario hallado hasta ahora en l’Hospitalet es la cabeza de medusa del s. II, tallada en piedra de Montjuïc (mármol amarillo) que se descubrió a principios de siglo XX en el entorno de la ermita románica de Sta. Eulalia Provenzana.

Museu Arqueològic de Catalunya

La Medusa era uno de los monstruos mitológicos con formas de mujer cuya cabeza cubierta de serpientes tenía el poder de petrificar a quienes la miraban, la mirada de la Medusa era, además, mortal. El mito griego tardío nos cuenta que fue a causa de la venganza de la diosa Atenea por haber sido seducida y poseída por Poseidón en su propio templo, pero Hesíodo, en la remota época axial[3], localiza la Medusa como un mito relacionado con la fertilidad de alguna civilización del Occidente griego, quizás Tartesos[4]. En todo caso es una de aquellas figuras que muestran las fuerzas de la naturaleza que incluyen la vida y la muerte y a la mujer como fuerza capaz de relacionar y de dar o quitar la vida. La potente mirada de la medusa reclama ser mirada, petrifica a quien tiene algo que ocultar y desvía la mirada, pero, a quien la mira de frente, le da el poder de la mirada, ese poder capaz de ver hasta donde se quiera ver.

La Medusa de l’Hospitalet muestra dos alas en medio de su abundante cabellera y tiene dos serpientes que se anudan bajo su mentón. La serpiente, animal de tierra, representa el poder de curar y de matar asociado a la medicina y los animales alados, son representaciones simbólicas de poder, especialmente el de la mujer y su capacidad para relacionar el mundo real con el más allá. En sí la serpiente no es, en su origen, ni buena ni mala, las interpretaciones de “bondad” o “maldad” que sobre estos elementos simbólicos extraídos de la naturaleza se han ido vertiendo – y más si se relacionan con la mujer- son posteriores y responden al dominio misógino.

De las diosas madres a “les marededéu trobades a Catalunya”

Los restos arqueológicos encontrados nos hablan de lo que nos convierte en humanos, saber que morimos y recordar a los muertos, pero los mitos y su simbología no nos remiten a la muerte, hablan de vida, de la fecundidad de la mujer y de la tierra que sigue el paso de las estaciones, de un tiempo que el ser humano aprendió a controlar y cuyo paso aprendió a marcar y a conmemorar, de celebraciones en los que se incluían bailes, adornos y comidas, ritos considerados “paganos” por una iglesia que se haría oficial y dominaría esta parte del mundo, pero que necesitó incorporar y “domesticar” para ganarse a las gentes con sus arraigadas creencias.

En el Camp de Tarragona se han encontrado cernos de terracota, datados entre los siglos IV y II AEC (Antes de la Era Cristiana) que actualmente se hallan en el Museo Arqueológico de Catalunya. Estos cernos o vasos tienen forma de cabeza de mujer coronada en forma de cáliz y una guirnalda con elementos vegetales y frutales en el pelo, por lo que se asocian a ritos relacionados con la fecundidad. Se cree que eran vasos votivos que se tenían en pequeños altares en las casas y en donde se ponían las primicias de las cosechas como ofrendas.

Cerno con forma de Kore hallado al Camp de Tarragona. MAC

Podrían ser ibéricos, como las “damas” encontradas en otras zonas del Mediterráneo. El culto a estas divinidades, protectoras del mundo agrario y de sus cosechas, estaba muy extendido entre los pueblos mediterráneos. En el mundo helénico, los “misterios eleusinos”, fundamentados en el reencuentro de la diosa Deméter y su hija Perséfone o Kore (Proserpina para los romanos), representaban la fertilidad de la mujer y de la tierra y el recuerdo amoroso de los antepasados que se rehacía con el reencuentro del fuerte vínculo entre madre e hija. Entre los cartagineses, con el culto a Tanit o los fenicios con Astarté que también fue una deidad bereber.

Tanit, diosa púnica. Ibiza. MAC

La arqueóloga Marija Gimbutas (Lituania, 1921- EEUU, 1994), considera que estas religiones mistéricas resultaron de las primitivas religiones matriarcales del neolítico. Aunque difícil de demostrar, sí que es reconocido el culto a diosas femeninas relacionadas con la fecundidad y la fertilidad en las civilizaciones antiguas que han sido sometidas al olvido, sino al desprecio, cuando en realidad son símbolos del deseo de vida que todos llevamos, del sentimiento de necesitar y pedir protección, para nosotros, para los nuestros, para los que se fueron.

La interacción de estas prácticas con el naciente cristianismo producirá un sincretismo lleno de deseo de vida, necesidad de protección y miedo, expresado en símbolos, relatos y creencias que, de alguna manera, perduran, aunque transformados. Nuestra identidad se ha ido forjando con estas mezclas.

El primer cristianismo hebreo, que aborrecía los “ídolos” y sus representaciones, se explicó a los griegos con conceptos de su filosofía y fue asimilado por el ecléctico imperio romano, no tuvo más remedio que integrar esas imágenes substituyendo la imagen femenina de la hija, por la de un niño, adaptando una diosa que tenía muchos adeptos entre los agricultores a la nueva religión del Imperio.

Las imágenes de María -proclamada “Madre de Dios” en el S. IV- adaptaron aquellos arraigados cultos a estas diosas-madre, imponiendo el dominio patriarcal mediante la fagocitación y transformación de las creencias populares, ya que, si bien la madre había de ser mujer, nunca más tuvo una hija en sus brazos. Aunque en algunas imágenes nos lo puede recordar.

Joan Amades, y otros autores que argumentan como él, considera que a partir del análisis de las formas que adopta la veneración mariana se puede llegar a los antiguos cultos pre-cristianos. Así explica el origen del culto a “les marededéus trobades a Catalunya”, de las que la de Bellvitge es una:

 “Aquestes imatges marianes, fortament aferrades a l’agre de la terra, en molts casos constitueixen vestigis de cultes naturalistes d’un pregon primitivisme que ni l’acció de la civilització ni la petjada del cristianisme no han assolit del tot”[5] (Amades, 1989: 9).

[1] De la Pinta, Jordi (1991). “La investigació arqueològica en l’Hospitalet de Llobregat”. Butlletí n. 1 del Centre d’Estudis de la Natura del Barcelonès Nord, p. 69-85.

[2] Castillo, Ireneo (2020) “El silo ibérico de la Torrassa, el ignorado socavón de 2500 años de historia”. En: Memento Mori! http://ireneu.blogspot.com/2020/01/silo-iberico-torrassa.html

[3] Buda, Zoroastro, los brahmanes (entre la tradición védica y el hinduismo, profetas bíblicos, Lao-Tsé, Confucio y los filósofos griegos coinciden en la época denominada “axial” por el filósofo Karl Jaspers

[4] Beitia Hernández, Núria; Guerra López, Sònia. (2006). Paraula de Medusa: Museu d’Història de l’Hospitalet.

[5] Amades, J. (1989). Imatges de la Mare de déu trobades a Catalunya. Selecta-Catalònia.